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A un año del mayo feminista, ¿hay lugar para el optimismo?

El proceso de transformación está en marcha. Y este movimiento, que partió siendo una ola, se ha vuelto una gran marea que copa espacios transversales de la sociedad y que, cada vez más, identifica a mujeres y hombres con la causa de la equidad de género y la igualdad de oportunidades. Sí, hoy me declaro optimista.

Los rostros decididos de jóvenes mujeres cubiertos y a torso desnudo, bailando y protestando al son de las batucadas, son ya la imagen icónica de la marcha que inauguró, hace justo un año, una nueva ola feminista en nuestro país, iniciada con tomas de universidades en todo el territorio.

Entonces, las estudiantes irrumpieron en la escena nacional realizando una interpelación política, social y cultural que no dejó a nadie indiferente. Sus demandas remecieron, porque obligaron a ver de frente la brutal violencia que sufren muchas mujeres en lo cotidiano, a no naturalizar el que un profesor poderoso pudiera acosar sexualmente a una alumna sin sufrir consecuencias por su proceder, a reflexionar sobre las desigualdades que todavía enfrentamos y cuánto hacemos por abrirles o cerrarles las puertas de las oportunidades.

Hombres de todas las edades comenzaron a pensar y reconocer que, en realidad, no es tan justa esta historia suya de privilegios, que se dan por sentados. Otros siguen sin querer oír del tema y hay también quienes han decidido ir contra la ola, tildándola de ideología de género, atentatoria contra la institución de la familia y el rol de la mujer en ella.

Doce meses después cabe preguntarse, entonces, cuánto ha pasado…

En este lapso se ha desplegado no solo una agenda de políticas públicas y de cambios legislativos, sino también transformaciones positivas en un buen número de planteles de Educación Superior, en la forma en que los medios están abordando estos temas, una mayor toma de conciencia en las conversaciones cotidianas e incluso una mayor preocupación por las temáticas de género en el mundo empresarial y las esferas de poder.

Vamos por parte. Las universidades del Consejo de Rectores (CRUCH) conformaron una Comisión para impulsar el diseño e implementación de políticas institucionales y promover la cooperación entre ellas. A la fecha, informan que el 61% creó unidades o direcciones de Equidad de Género y el 72% ha desarrollado protocolos contra la violencia. Junto con ello, al alero de Mineduc, 24 planteles de Educación Superior se comprometieron a integrar un 40% de mujeres en sus órganos superiores y la autoridad creó un observatorio para monitorear los avances. Es cierto que lo clave es cómo se implementarán estos compromisos, pero se ha dado un primer paso necesario.

En materia legal, destacar la reciente aprobación de la ley que sanciona el acoso callejero y establece penas para quienes tengan conductas sexuales intimidatorias, entre otros. Y como medida concreta para su aplicación, el lanzamiento de una línea telefónica exclusiva para denuncias al interior de Metro de Santiago.

Con el tema instalado en el debate público, se conoció que aumentaron en un 34% las denuncias por acoso sexual en el trabajo (DT) en el primer trimestre del 2019. Las empresas comienzan, también, a hacerse cargo de esta “nueva” problemática. En otro orden, cómo no destacar que en las últimas semanas se hayan integrado directoras y gerentas generales en compañías donde nunca antes las hubo y, también, en lo simbólico, el cambio de nombre de la Cámara Baja a Cámara de Diputados y Diputadas.

El proceso de transformación está en marcha. Y este movimiento, que partió siendo una ola, se ha vuelto una gran marea que copa espacios transversales de la sociedad y que, cada vez más, identifica a mujeres y hombres con la causa de la equidad de género y la igualdad de oportunidades. Sí, hoy me declaro optimista.

Por Alejandra Sepúlveda Peñaranda, directora ejecutiva de ComunidadMujer.

Columna publicada en , el domingo 5 de mayo de 2019.