La paridad triunfó en Chile y, con ello, logramos correr las fronteras de lo posible. Hoy somos referente para el mundo. Dimos un paso decisivo para el futuro, para fortalecer nuestra democracia y constatamos que el problema de por qué ellas no llegaban al poder eran las barreras en la nominación impuestas por los partidos.
La pasada elección sorprendió por el cambio del eje de poder en la representación, desde los partidos tradicionales con resultados bajo sus expectativas, a la gran irrupción de los independientes y las candidaturas levantadas por la sociedad civil y los movimientos sociales que llegaron a la convención. Pero, sobre todo, sorprendió por el rotundo resultado de la paridad que emergió con una legitimidad incuestionable a raíz de la altísima votación conseguida por las mujeres.
Paradójicamente, la corrección para cumplir con la paridad debió aplicarse más a ellos, quedando la convención con 77 mujeres y 78 hombres. De eso se trataba, de asegurar el equilibrio en la representación con una innovación electoral que no estaba en el diseño original del acuerdo político de 2019, que fue impulsada por las mujeres, desde la sociedad civil organizada y cumplió su objetivo con creces.
La paridad triunfó en Chile y, con ello, logramos correr las fronteras de lo posible. Hoy somos referente para el mundo. Dimos un paso decisivo para el futuro, para fortalecer nuestra democracia y constatamos que el problema de por qué ellas no llegaban al poder eran las barreras en la nominación impuestas por los partidos. Así, una vez que todas las coaliciones, listas de independientes y pueblos originarios se vieron en la obligación de buscar candidatas competitivas, ellas demostraron toda su fuerza; incluso obtuvieron su mejor resultado en tres décadas en las municipales y sin cuotas.
Son muchas las lecturas sobre lo ocurrido en este momento histórico, partiendo por cómo los procesos sociales terminaron expresándose en el voto, uno notoriamente consciente y que conecta con el anhelo de la ciudadanía de ver expresada su diversidad en la toma de decisiones sobre los gobiernos locales y la Nueva Constitución, así como el nuevo pacto social que emerja de ella, sintonizando con el feminismo y sus procesos transformadores, con una fuerza expansiva desde 2018.
Tener una convención diversa, ha movilizado un sentir y respaldo a las demandas por mayor igualdad de género, no sólo en los espacios de toma de decisiones, también en los hechos y en los resultados. Hay razones fundadas para esperar que las propuestas levantadas por las organizaciones y movimientos que llevamos décadas problematizando las brechas de género en todos los ámbitos, puedan tener un espacio inédito de discusión en el Palacio Pereira, impulsado por los y las constituyentes que se han comprometido a defender los derechos fundamentales de las mujeres y los principios y deberes del Estado para garantizarlos.
Ya no solo se trata de mujeres electas y de mujeres que votan por mujeres, sino de un inédito momento de incidencia política, que demanda mucha participación ciudadana y debe generar sentido de pertenencia, diálogo y mirada de bien común. También estamos ante un giro fundamental en la forma en que nosotras influimos en la toma de decisiones y desplegamos nuestro liderazgo.
Por Alejandra Sepúlveda Peñaranda, directora ejecutiva de ComunidadMujer.
Columna publicada en La Tercera, el 21 de mayo de 2021.