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Nuestro bienestar como una rosquilla

El éxito de una sociedad no solo se mide en términos del PIB, sino en su capacidad de traer paz, seguridad, bienestar y felicidad a sus habitantes.

El crecimiento inclusivo y sostenible es parte de los ejes planteados por el Presidente Boric en su primera cuenta pública esta semana, donde buscó trazar una hoja de ruta de reformas con plazos -Tributaria, Pensiones y del fondo universal de Salud-, en medio de un escenario incierto. Lo hizo sin desconocer los grandes desafíos que enfrentamos: crisis socioeconómica, de confianza institucional, de seguridad pública y un escenario abierto ante el eventual cambio constitucional.

Las transformaciones priorizadas tienen una intención redistributiva de la riqueza, de mayor equidad y justicia social. Y parece haber conciencia de que hacerlas realidad requiere de medidas que dinamicen la economía, el crecimiento y otorguen estabilidad para atraer la inversión de largo plazo, apuntando a nuevos paradigmas. De ahí la apuesta por la productividad, la I+D y los gestos a la iniciativa del mundo empresarial.

Estamos en un punto de inflexión en nuestra ruta hacia el desarrollo y los retos que involucran el presente y el futuro requieren un importante cambio de mentalidad. Es lo que plantea la economista británica Kate Raworth, en su teoría denominada la “economía rosquilla”, plasmada en un libro que propone siete maneras de pensar la economía del siglo XXI.

Raworth propone reinventar la forma cómo crecemos y creamos valor en una economía circular y sustentable. Sostiene que todas las personas deben tener cubiertas las necesidades esenciales: agua potable, alimentos, salud, educación, trabajo, justicia, participación política, equidad social, igualdad de género, energía, vivienda, conectividad; ellas estarían en el anillo interior de la rosquilla, como piso mínimo. En tanto, en el anillo exterior figuran los límites medioambientales: cambio climático, contaminación del aire y de los océanos, pérdida de la biodiversidad, entre otros peligros para la sostenibilidad de la Tierra. La masa que queda en medio es el espacio en que la humanidad puede prosperar. ¿Podemos entonces pensar en nuestro bien común como una rosquilla?

Lo cierto es que esta conceptualización gráfica y simple cobra interés en el debate que tenemos hoy en Chile y coincide con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ONU) pues refiere a que todos y todas podamos gozar de la parte sabrosa de la masa, si es que concordamos transitar en este espacio más justo y seguro para la humanidad, haciendo importantes renuncias, claro está, como la visión de seguir ganando dinero a toda costa.

Parece muy utópico, pero no lo es. Se trata, ni más ni menos, de otra forma de capitalismo consciente, que ya comienza a tomar forma en las altas esferas de la discusión y la toma de decisiones, por convicción u obligación. Ello, al constatar algo que quedó de manifiesto con la pandemia y nuestra vulnerabilidad frente a ella: el éxito de una sociedad no solo se mide en términos del PIB, sino en su capacidad de traer paz, seguridad, bienestar y felicidad a sus habitantes. Partamos por los pisos mínimos y los techos que no debemos franquear y vayamos recorriendo esta ruta circular, paso a paso.

Por Alejandra Sepúlveda Peñaranda, presidenta ejecutiva de ComunidadMujer

Columna publicada en La Tercera