Ya se ha puesto sobre la mesa que no sólo Republicanos y el Partido de la Gente están en contra de la paridad sin apellidos, sino también sectores de Chile Vamos están abiertamente abogando en contra, aunque se suponía que era uno de los “mínimos”… Dicen que están a favor de la “paridad de entrada”, pero no de salida (…) la paridad “de entrada”, sin preocuparse por el resultado final, es el equivalente al tan chileno “jurel tipo salmón”. Ya hemos vivido algo similar en Chile y ya sabemos sus límites.
Ya se ha puesto sobre la mesa que no sólo Republicanos y el Partido de la Gente están en contra de la paridad sin apellidos, sino también sectores de Chile Vamos están abiertamente abogando en contra, aunque se suponía que era uno de los “mínimos”… Dicen que están a favor de la “paridad de entrada”, pero no de salida. Esto es: que haya igual cantidad de candidaturas de mujeres y hombres, pero no en el resultado. Los argumentos son que aquello altera la igualdad del voto y la voluntad ciudadana, que las mujeres deben validarse por sus méritos y no por su género, pues la acción afirmativa atenta contra la legitimidad de los cargos obtenidos por esas mismas mujeres.
Vamos por parte. En primer lugar, la paridad “de entrada”, sin preocuparse por el resultado final, es el equivalente al tan chileno “jurel tipo salmón”. Ya hemos vivido algo similar en Chile y ya sabemos sus límites. La ley de cuotas (que se incluyó en la reforma al sistema binominal por uno proporcional de la expresidenta Bachelet) se empleó por primera en 2017, y los partidos no podían llevar más de un 60% de candidaturas de un mismo género. El resultado: las mujeres subieron de un 15,8% en 2014 a 21,2% en 2018, promediando ambas Cámaras. La aguja se movió poco. ¿Por qué? La politóloga Javiera Arce lo explica así: “Fue posible constatar que hubo factores más allá del sistema que pudieron influir en este resultado, tales como problemas en el proceso de nominación de candidaturas, división sexual del trabajo político, presencia de instituciones informales y desconocimiento del sistema electoral por parte de las nuevas candidatas”. La medida, además, tiene carácter nacional y no se aplica por distrito, “lo que implica una evidente válvula de escape para los partidos, ya que sólo cumplen la cuota en términos formales, poniendo mujeres incluso como mera decoración”, fundamentó la misma Arce en una columna en Ciper.
En la última elección parlamentaria (2021), el número subió a un 35,5% de la Cámara (el Senado se renovó parcialmente). Es más de lo que había, pero está lejos de la paridad.
Fue por esa experiencia que para la Convención se acordó la paridad sin apellidos, y con apoyo bien transversal, incluidos liderazgos importantes de Chile Vamos. Y ya sabemos que no implicó que mujeres sin mérito tuvieran acceso a los cargos. Más hombres fueron beneficiados por la paridad, lo que demuestra que cuando el incentivo está bien puesto, las mujeres son tanto o más elegibles y competitivas que los hombres. Y eso nos lleva a abordar el segundo argumento contrario: de que la acción afirmativa les quita legitimidad a quienes llegan a esos cargos. Así pensaba Margaret Thatcher: que si ella llegó, cualquier mujer lo podía hacer; que es cosa de trabajo, esfuerzo y talento. En esa línea de pensamiento, la cancha está igual y solo depende de uno y su esfuerzo. Si eso fuera así, ¿por qué las mujeres han tenido que luchar por derechos tales como a educarse, votar, divorciarse, controlar la natalidad, por tener iguales salarios por iguales cargos? ¿Desconocen la cancha desnivelada en extremo que ha hecho que un género haya tenido que pelear por lo básico durante toda la historia? Hay un cierto negacionismo histórico, en ese sentido, en aquel argumento, de no reconocer las luchas que permitieron tener el lugar que se ocupa hoy, así como también pareciera haber una suerte de impermeabilidad para ver lo que falta aún para la plena igualdad de género, a pesar de la evidencia disponible.
La igualdad tomará 132 años, según el nuevo informe del Foro Económico Mundial. Chile está en el lugar 47 de 146 países y el país número 12 a nivel latinoamericano, región que, con su nivel actual de progreso, cerrará las brechas, en promedio, en 67 años, según el WEF. Quienes no están por la acción afirmativa, pero se declaran a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, ¿qué proponen exactamente para lograrla?
Por último, y tan o más importante que lo anterior, “descremar” la paridad y proponer en cambio una con letra chica es defraudar la palabra empeñada y el compromiso público. La paridad (entendida tal como se dio en la Convención, esto es, de salida) fue un compromiso explícito. “La paridad absoluta, total, paridad, de todas maneras. En el caso mío, y yo diría de todas las mujeres de Chile Vamos, paridad de todos modos”, dijo Evelyn Matthei. Igual compromiso tuvieron las y los líderes de gran parte del mundo del Rechazo. Era un mínimo común civilizatorio.
El debate por la paridad es sintomático de cómo se ha ido enredando el acuerdo por un nuevo proceso. Y sin mirada de largo plazo, sin grandeza, sin coherencia, se va a dilapidar esta última posibilidad que tenemos de llegar a puerto con un nuevo pacto social y constitucional que congregue mayorías.
La última oportunidad de salir del pantano político en el que estamos.
Por Paula Escobar, vicepresidenta de ComunidadMujer.