Quienes estamos a favor de la paridad, tenemos la certeza de que se justifica aún más en este proceso excepcional, otorgándole legitimidad. Pero, además, la evidencia muestra que es una vía efectiva para elevar el nivel de la competencia. Por eso, este proceso debe ser mitad hombres, mitad mujeres; o es “con nosotras o no será”.
Chile está más cerca de una nueva Constitución nacida en democracia tras la aprobación en distintas instancias del Congreso del proyecto que habilita el proceso constituyente. Es un momento histórico, impensado antes del estallido social y que, además, concita un amplísimo apoyo ciudadano: 92,4% según la reciente consulta municipal, donde participaron más de dos millones de personas.
Las últimas jornadas han estado marcadas por intensas negociaciones de fuerzas políticas para reunir los quórums necesarios, bajo el apremio de los plazos impuestos por el Servel. Mientras, se ha elevado el conflicto y la demanda en torno a que el órgano que redactará la nueva Carta Magna sea lo más representativo de la sociedad: con paridad de género, escaños reservados para pueblos indígenas e inclusión de independientes.
La ciudadanía se ha hecho presente a través de LasTesis y cantos feministas como “Somos, somos, somos la mitad y en la constituyente exigimos paridad”, incluso en las graderías de la Cámara, al son del kultrún, en plena discusión. En tanto, la sociedad civil movilizada ha ayudado a sumar voluntades y dar con las fórmulas para incluir el criterio de paridad, estipulando un ordenamiento y asignación de escaños en las listas de constituyentes por distritos, para asegurar un equilibrio de género que, sabemos, no se logrará de otra manera.
Pero este esfuerzo no ha alcanzado para cambiar la visión de un sector de ChileVamos, forzando a diseñar un “plan B¨ en paralelo, a través de una modificación a la Ley Orgánica de Votaciones y Escrutinios para reponer la paridad y la representación de indígenas e independientes.
Quienes estamos a favor de la paridad, tenemos la certeza de que se justifica aún más en este proceso excepcional, otorgándole legitimidad. Pero, además, la evidencia muestra que es una vía efectiva para elevar el nivel de la competencia. Por eso este proceso debe ser mitad hombres, mitad mujeres, o es “con nosotras o no será”.
Sabemos que cuando hay voluntad política para viabilizar cambios legales, estos ocurren. Por eso el llamado es hoy al gobierno para que ponga urgencia a los proyectos de ley que permitan la inclusión y, por supuesto, a los parlamentarios/as a aprobarlos. Es de esperar, también, que estos no se dilaten durante el control del Tribunal Constitucional, porque la ciudadanía debe votar informada en abril.
Es hora de escuchar a las mayorías que sintonizan con el cambio social, de entender que la paridad es una demanda que interpela a la ciudadanía amplia y transversalmente y que no es patrimonio “de izquierdas ni de derechas”. No en vano el reciente informe de desarrollo humano del PNUD muestra que, si bien seguimos enfrentando agudas brechas y desigualdades, somos una de las naciones del mundo donde más se han reducido los prejuicios en torno a los roles que hombres y mujeres deben cumplir en la sociedad, incluida la política.
Por Alejandra Sepúlveda Peñaranda, directora ejecutiva de ComunidadMujer.
Columna publicada en La Tercera el 23 de diciembre de 2019.